Blogia
mujercasada

Más sexo onírico

Es curioso, pero si el otro día fue JJ quien tuvo un sueño erótico, esta vez he sido yo. Pasó ayer viernes, durante la siesta. Suelo llegar del trabajo sobre las cuatro menos cuarto de la tarde y mi marido no suele llegar antes de las seis. Yo como algo nada más llegar y me echo en la cama a dormir una siestecilla, quizá de media hora, pero que me sienta como un bálsamo de agua fresquita ahora que hay cuarenta grados a la sombra. El caso es que ayer, durante la siesta, soñé algo, no lo recuerdo bien, pero me levanté muy excitada. Tenía las braguitas muy mojadas y me notaba como si acabase de tener una buena sesión de sexo. Traté de hacer memoria a ver si recordaba algo, pero no pude, así que me fui directa a la ducha y allí, con el agua calentita y todo, pues casi me pongo a morir. Ni que decir tiene que cuando JJ entró por la puerta de casa, no lo tuvo muy difícil para llevarme hasta el dormitorio y dedicarme un buen revolcón.
Una vez terminamos, le conté lo que había pasado y se sorprendió bastante. Me dijo que él no había tenido un sueño erótico en años (al menos que pudiera recordar) y que le resultaba chocante que ahora tuviésemos los dos sueños con tan poca diferencia de días. Creo que estaba un poco sugestionada, porque le vi pasárselo tan bien en su sueño que quizá inconscientemente estaba deseando tener uno yo.
Lo cierto es que yo tengo uno o dos sueños eróticos cada año, más o menos. El primero de todos lo tuve con apenas quince añitos y siempre lo recordaré porque me resultó muy extraño, levantarme toda cachonda y preguntándome si aquello sería algo común o no. Pronto descubrí que no, que eso de echarte a dormir y tener un orgasmo no solía ser bastante cotidiano. Lástima. En otra ocasión, tuve un sueño erótico durmiendo en casa de una amiga, cuando tenía diecinueve años, creo. Me desperté a la mañana siguiente y tenía la almohada colocada entre las piernas, como si hubiera estado frotándome con ella en sueños toda la santa noche. A veces he probado este sistema para masturbarme y me resulta muy placentero. Lo descubrí dormida, pero es para probarlo. Me coloco en la cama, tumbada de lado, y me pongo el almohadón entre las piernas. Empiezo a frotarme lentamente, moviendo la pelvis al ritmo que me marcan mis ganas. Generalmente, termino boca abajo, subida sobre la almohada, con las manos agarrándola desde abajo y levantando levemente el culo para facilitar el acceso a la entrepierna. No es que sea mi modo favorito de masturbarme, pero de cuando en cuando lo he empleado, más como recurso lúdico que como técnica puramente sexual.
Una de las cosas que siempre he querido hacer es meterme en una bañera gigante, llena de agua caliente y dormirme en ella, para tener un sueño erótico. Estoy convencida de que si lograse dormirme dentro de una, lo tendría, porque a mí hay pocas cosas que me eroticen más que meterme en una bañera. La espuma es opcional y, casi siempre, me sobra. Prefiero ver mi cuerpo a través del líquido elemento y sentir cómo entra por todas partes, cómo se me abren los poros y lo que no son poros. Me seduce tocarme debajo del agua. Como vivimos en un pequeño pisito donde no hay hueco para bañeras gigantes, me tengo que conformar con el agua cayendo de la ducha y con el ocasional baño entre estrecheces, pero algún día, conseguiré cumplir esa fantasía erótica. Estoy segura.

0 comentarios